Atrás quedaron los años en que el sinónimo de belleza y buena salud era la gordura. Atrás quedaron también los años en que afamados pintores del 1600, como Rubens y Rembrandt, retrataban desnudas a robustas mujeres, como sinónimo de hermosura. La realidad actual es otra, diametralmente opuesta. La sociedad vive y se rige bajo parámetros de belleza muy distintos a los de antaño. Hombres y mujeres altos y con cuerpos perfectamente trabajados en gimnasios –muy distintos a los de la mayoría de los chilenos– son expuestos y hasta impuestos a diario en la publicidad y en los medios de comunicación. El resultado: un grupo importante de personas buscando y perfeccionando su belleza. Para algunos la solución es el ejercicio y la dieta; para otros, ello acompañado de una cirugía plástica.
EL PODER DEL BISTURI
En todos los lugares del mundo, la cirugía plástica –que quiere decir modelar– tiene dos clasificaciones: la reconstructiva y la estética. Aunque las dos mejoran la apariencia de las personas, el fondo de ambas es absolutamente distinto. El past president (presidente anterior) de la Sociedad Chilena Plástica Reconstructiva y Estética, doctor Eduardo Villalón, explica que la primera, también llamada reparadora, busca devolver o dar "normalidad" a alguna parte del cuerpo: "se trata de que el paciente recupere algo que tenía y que por algún motivo perdió, o de darle algo con lo que, por ejemplo, no nació a raíz de una malformación". Agrega que la segunda apunta más bien a la belleza, pero que no por eso debe ser calificada como superficial, "ya que hemos visto que en muchos casos una operación de este tipo puede ayudar al autoestima de una persona, al punto de llegar a ser trascendental en su vida".
La Sociedad Chilena Plástica Reconstructiva y Estética fue formada en 1941.
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